La Coronación de la Virgen del Saliente, veinte años después.
Antonio Rueda y Pedro Mª Fernández, párrocos de Albox entonces y auténticos promotores del hito, repasan con motivo del vigésimo aniversario de la ceremonia los pormenores de tan relevante evento.
Antonio Rueda (izquierda) y Pedro María Fernández (derecha), verdaderos artífices de la Coronación, en la actualidad.
"Suena en la
torre la última campanada de las ocho de la tarde. Se abren las puertas de la
iglesia y aparece la Cruz Procesional. En las fachadas de las casas, en el
perfil de los montes lejanos, en la cercana rambla... un cárdeno, un malva, un
amarillo oro viejo policroman el marco escénico. El aplauso espontáneo redobla
el canto del badajo". De este modo describía el historiador Antonio Fernández
Ortega el comienzo de la ceremonia de coronación de la Virgen del Saliente. De
aquello han transcurrido veinte largos años y ahora, con la mesura que otorga el
paso del tiempo, Antonio Rueda y Pedro María Fernández, párrocos de Albox por
entonces y auténticos artífices - junto a otros - de dicha Coronación, analizan
los pormenores de una cita que movilizó a decenas de miles de personas.
Sentado en uno de los sofás de su habitación, Pedro María recuerda con voz
quebrada que "la Coronación Pontificia del '88 fue todo un acontecimiento.
Coronar a la Virgen del Saliente era algo que teníamos en mente desde hacía
algún tiempo. Es cierto que con anterioridad hubo intentos de hacerlo, pero bien
por la Guerra Civil o por otras circunstancias que no vienen al caso, fue en
1987 cuando finalmente se gestó la idea".
Así, en los meses que transcurrieron desde que Don Manuel Casares Hervás, por
entonces Obispo de Almería, mandara a Roma la petición de coronación hasta que
ésta se hizo realmente efectiva, Albox perdió todo signo de cotidianidad para
centrarse en conseguir una empresa que empleó, de la manera más desinteresada y
gratuita, a todos aquellos que con su trabajo y esfuerzo consiguieron lo que en
un tiempo fue tan ansiado. "No fue nada fácil concretar los trámites. Una
Coronación Pontificia, que no Diocesana, precisa unos requisitos que, de no ser
por la devoción a la Virgen de todos los que participamos en los papeles, no
hubiera sido posible. Tanto es así que en el año mariano 1987/1988, la única
Coronación Pontificia en toda España fue la nuestra", comenta interesante
Antonio Rueda.
Y es que obtener la necesaria bula papal no era sencillo. Pedro María recuerda
que "empezamos por comentarle al Obispo nuestras intenciones. Don Manuel Casares
nos animó a hacerlo. Entonces nos pusimos en contacto con el almeriense Monseñor
Justo Mullor, quien por entonces era Observador de la Santa Sede en la ONU. Él
nos asesoró sobre los pasos a seguir y aconsejó que nos hiciéramos con el
testimonio de algunos obispos que acreditasen que la Virgen del Saliente era
venerada no sólo en Almería. Así lo hicimos". Además, a esta documentación se
adjuntó un informe detallado sobre la imagen, su emplazamiento y la zona de
influencia del Santuario del Saliente. La esperada respuesta no se hizo esperar.
La bula papal llegó el 24 de noviembre de 1987 y el 9 de diciembre, el Nuncio de
S.S en España, Monseñor Tagliaferri, remitía el Decreto de Coronación a Don
Manuel Casares Hervás. Era momento de hacerlo público y el lugar elegido fue
Oria. Allí, el Obispo leyó la misiva llegada de Roma. Había que comenzar a
organizar un acontecimiento que, por esperado, incluso costaba llegar a creer.
¡La Virgen del Saliente, por fin, iba a ser coronada!
En la Casa Sacerdotal de Almería, actual residencia de Pedro María y Antonio,
los buenos amigos, con una mezcla entre nostalgia y orgullo, repasan una
experiencia que quedó marcada a fuego en su memoria. Rueda afirma entre risas
que "los preparativos fueron una cuerda locura. Todo estaba regido por el reloj.
No había tiempo que perder. Para ello se creó una comisión organizadora que se
responsabilizó de los preparativos. De todas maneras, para ser sinceros, todos
los albojenses pusieron su granito de arena". En lo meramente práctico, lo
primero que se hizo fue fijar una fecha para el acto solemne: se barajaron
algunas y al final se optó por el 7 de agosto. Se prefirió ésta por ser la más
propicia para reunir a la mayor cantidad de devotos posibles.
Y llegó el día. El domingo se levantó radiante, como si supiera que debía
ponerse guapo para asistir a la más elegante de las galas. Desde bien temprano,
los encargados de engalanar la plaza del pueblo ultimaban unos preparativos que
habían terminado de organizarse la madrugada anterior. Ahora sí, todo estaba
atado. Tanto, que hasta se habían previsto infinidad de botijos para calmar la
sed de quien acudiera a la ceremonia. Por la mañana, el Pleno del Ayuntamiento
otorgó a la Virgen del Saliente el título de Alcaldesa Honoraria Perpetua de la
Villa. Ya por la tarde, y cuando el mar del cielo empezaba a perder en el
horizonte a su patrón, miles de personas se reunieron en torno a la plaza. A las
ocho en punto, una arista de luz se reflejó sobre la Cruz Parroquial de Tahal
que abría la comitiva. En ella, y sobre andas de plata, la Virgen del Saliente,
sin corona en las sienes, miraba al cielo por última vez como Reina sin
aureolar. A Ella le seguían el Nuncio, Monseñor Tagliaferri, el Arzobispo por
entonces de Emerita Augusta, Monseñor Justo Mullor y los obispos de Almería,
Granada, Guadix entre otros. Al llegar al altar, Pedro María Fernández y Antonio
Rueda fueron los encargados de colocar a la Virgen sobre la peana.
El momento más emocionante de la ceremonia llegó tras la homilía. Entonces, el
Nuncio, en nombre de S.S. el Papa Juan Pablo II y en sustitución de Don Manuel
Casares Hervás, que ya estaba delicado de salud, coronó a la Virgen del
Saliente. Acto seguido, el cielo se llenó de globos de colores. Una vez la tarde
se hizo noche y hubo terminado la misa, los 20.000 fieles congregados en la
plaza del pueblo cantaron la salve popular. ¡Esto - decían los vecinos de Albox
- es lo más grande que ha pasado en el pueblo, nunca veremos nada igual!
Fuente: www.elalmeria.es (09-08-08)